lunes, 26 de abril de 2010

llamadas

Si. Super. Guai. Las cosas van. Lentas pero van. Y eso es lo que precisamente te impulsa a seguir hacia adelante sin mirar atrás. No hay dolor. Cuando menos te lo esperas surge el todo de la nada más triste y honda. Hoy ha sonado el teléfono. No una ni dos veces, sino muchas, como siempre. Pero de entre todas esas llamadas DOS han sido muy importantes. DOS.Qué alegría oye. No te das cuenta y contestas con absoluta normalidad, casi me atrevería a decir con vulgaridad ese famoso "dígame" o "¿si?" protocolario, aburrido, repetitivo y cantarín. Y de repente algo ocurre que te pone en guardia y hace que cambies de actitud, postura, e incluso la voz, que de repente se entona más grave para darle empaque al asunto. ¡En garde! Ésto puede ser importante, piensas. Y es que en mi profesión éste tipo de llamadas son fundamentales. ¿Alguien puede imaginarse lo que cuesta el mundo de la producción radiofónica? No en dinero, sino en esfuerzo. Manda correos, llama por teléfono, la secretaria no está, si ella está el que ha salido es el jefe, ahora están reunidos, llame en una hora, mándeme un correo especificando su petición, no ha llegado nada, ah! si! se me había olvidado, le paso...No cogen la extensión. Y vuelta a empezar. Por eso cuando alguien se toma la molestia de devolverte la llamada para confirmarte algo te da un subidón, que parece que te han llamado de parte de La Moncloa invitándote a una recepción oficial y no para sujetar las bandejas de sofisticados canapés, precisamente. Ésto sería el resumen de la primera llamada importante. El asunto en cuestión es de calibre, pero ahora eso es lo de menos. Objetivo cumplido.



La otra llamada. Ésta es la que de entrada, cambia muchas cosas. Pero muchas. La que además de adoptar todas las posturas anteriormente mencionadas, te pone nerviosa. Porque tu interlocutor te está diciendo algo que te gusta y mucho. De repente todo tu pequeño universo gira precipitadamente a tu alrededor, te pone un nudo en el estómago que te sube hasta la garganta impidiéndole a tu voz sonar como debiera. ¡Hasta puede que se te escape un gallo! Y eso que tu de gallos entiendes mas bien poco o nada. Bueno, que es el compañero de la gallina, que es la mercancía favorita del Kentucky Fried Chicken y poco más. El caso es que, de repente, todos los ruiditos que conforman la banda sonora de tu casa, se convierten en el clímax del Adagio para cuerdas de Samuel Barber y te impiden escuchar y tu te vuelves loca apagando la radio, la tele, el microondas, y hasta el lava platos que en principio, era silencioso. Y tu deseas escuchar. Oírlo todo. No perderte nada porque aquello que dice tu interlocutor de repente se convierte en lo más importante que te han dicho por teléfono en semanas. Lo mejor del mes. O de la temporada. Administras la información tragando saliva desesperadamente. No te atreves a interrumpir la larga oración que te están espetando al oído. Degustas cada una de las sílabas. Alguien te ha recomendado. Les han pasado tu número. Y te han llamado para proponerte una cosa. ¿Habéis pensado en miiiiiiiiii? ¡Qué bien! Es una noticia magnífica, me habéis alegrado el año.

El resto de llamadas del día son de lo más común de los mortales. Tu amiga que te recuerda que el sábado has quedado con ella, los de Orange que te bonifican con un 20% de descuento en la factura del próximo año si no les abandonas (¿cómo saben que iba a hacerlo?), tu suegra para recordarte que cuenta contigo para bajar unas cajas, dos llamadas de tu hija mayor para que hagas de taxi, la llamada de rigor de tu marido para recordarte que llegará más tarde de lo previsto, los del videoclub para ver cuándo piensas devolver la película que alquilastes el sábado, la enfermera del dentista que te recuerda la fecha de visita, y dos o tres de los amigos de tus hijos. Normal. Todo normal. Menos esas dos llamadas. Las que han puesto en tu rostro una sonrisa digna de anuncio y que hacen que hoy haya sido un día menos vulgar que otro.

2 comentarios:

Joana Pol dijo...

Eres una mujer sensacional y una profesional como pocas. Además, un encanto, en todas tus facetas. Me gusta tu perseverancia, tu tacto, y tu sinceridad. Porque cuando te escucho a través de las ondas me creo todo lo que transmites. Y haces que me sienta cómoda y todos los temas que pasan por tu fabuloso programa suscitan mi curiosidad.

Gracias, Sandra, por la creación de este blog, y por tu compañía estas noches baleáricas, que gracias a ti son mágicas y repletas de encanto.

Sandra Llabrés dijo...

Muchas gracias Joana, se que tus palabras son sinceras y me calan en el almaaaaaaaaaa! te quieroooooo princesa!

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